-¿Seiscientos? – Le preguntó al hombre de blanco.
-Sí.
-Sí.
-¿Dólares?
-Tal y como acordamos.
-Entonces.
-Vas a echarte y sentirás solo un pinchazo.
-¿Así no más?
-No, te llevaremos a mi consultorio cuando estés dormido.-
-Ok.-
Entonces los otros dos hombres lo sujetaron y el hombre de blanco hundió el bisturí en su vientre, retiró el riñon y lo dispuso en un congelador.
-Ahí está tu dinero – Le dijo con sarcasmo, y salió del almacén.
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