Antes de mi, mil millones de seres humanos se sintieron miserables. Estamos condenados a la muerte, y aunque nos refugiemos en nuestras vidas diarias, aunque creamos que estamos bien porque vamos al colegio o trabajamos, o porque tenemos una familia, somos la especie más infeliz del mundo.
Y quizás estamos completamente solos, quizás no hay más vida allá en el universo. Quizás estamos condenados a guardarnos esta tristeza con nosotros hasta que desaparezcamos. Ni siquiera nuestros desdientes podrán evitarlo, ellos también morirán algún día. Y al final, no habrá nada.
¿dios? ¿dios? Así como los cristianos tienen por encargo divino llevar su palabra, yo tengo otra vocación, y es abrir los ojos de las personas. Quitarle esas ideas absurdas de la mente. Hacerles entender que solo tenemos esta vida… y nada más. No hay almas, no hay ángeles, ni hombres crucificados que vuelven a la vida. No hay amor, son solo reacciones químicas de iones sodio y potasio en el cerebro. Somos una máquina producto de una miserable, y maldita evolución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario